Covid-19: un año, un resumen en fotos - Godoy Cruz

Covid-19: un año, un resumen en fotos

Hace un año comenzamos a convivir con el Covid-19. Nos cambió la vida, pero seguimos adelante. Incorporamos los barbijos y el alcohol en gel a nuestras vidas. Comenzamos a salir según la terminación del documento de identidad. Dejamos de juntarnos con amigos para refugiarnos en las entrañas mismas de nuestros hogares.

La familia grande tuvo que esperar. Pasaron muchos meses para volver a abrazarnos, para volver a mirarnos a los ojos y decirnos cuánto nos queremos. Los niños, niñas y adolescentes tuvieron su año escolar desde los hogares, virtualmente, con padres, madres, abuelos y tíos que se transformaron en docentes en un abrir y cerrar de ojos.

Las salidas a jugar quedaron limitadas al patio de las casas, a los balcones o a los espacios comunes de los edificios. Los hermanitos y hermanitas pasaron de ser uno más dentro de las casas a ser los mejores amigos, los confidentes, los compinches en las tristezas y en las travesuras.

Salir era una odisea. Guantes, gafas, barbijo, alcohol en gel, distanciamiento, volver y sacarse la ropa en la cochera o en la entrada para poder ingresar a la casa. El beso y el abrazo quedaron para después de la ducha. Era pasar corriendo al baño para no “contagiar” a los que habían quedado dentro del hogar.

Calles desiertas, controles policiales, algunos de los vivos de siempre tratando de evadir la ley.

Dentro de todo ese contexto, en silencio, comenzaba a conformarse la primera línea en los hospitales, los municipios, en las calles mismas.

Voluntarios y voluntarias cosían camisolines y barbijos para enfermeros y médicos; operarios municipales salían a las calles a desinfectar veredas, paradores de colectivos, espacios públicos como si se tratara de una película basada en el apocalipsis; las iglesias se transformaron en vacunatorios para la gripe. Los adultos mayores salían a las calles en busca de esa vacuna que los mantuviera firmes de cara a lo que podía venir.

La llegada de la primera ola era inevitable. Los operativos en los barrios comenzaron a ser más frecuentes, pues había que encontrar los focos de contagio. Cientos de empleados de la salud y voluntarios recorrían las calles realizando encuestas, acompañando la gente a los móviles para que se hisoparan. Y así se fue andando, con incertidumbre, con angustia, pensando y soñando con una tregua, pues los casos estaban en aumento y en las terapias de los hospitales se trabajaba a contrarreloj.

Tras meses intensos, la tregua comenzó a llegar y con ella una especie de paz nunca antes sentida. Las vacunas nos hicieron ilusionar con el fin de esta pesadilla. Las llegadas de las primeras dosis para el personal de la salud fueron una especie de alivio ya que, al menos la primera línea, estará inmunizada para el segundo cachetazo. Luego llegaron para los adultos mayores de 70 años y ese fue otro alivio. Muchos volvieron a salir de sus casas tras un año de encierro con la esperanza de pasar sus últimos días con tranquilidad, con la esperanza de volver a abrazarse con los suyos.

Ya pasó un año. Los niños, niñas y adolescentes están otra vez en las aulas de los colegios, con protocolos y por burbujas, pero en las aulas al fin. Los barbijos siguen siendo parte de nuestros atuendos, ya los tenemos incorporados.

Estamos atravesando la calma que antecede a la tormenta. Queda en nosotros seguir cuidándonos para no volver a pasar por lo mismo.

Marzo 23, 2021


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